dilluns, 8 d’abril del 2019

También esto pasará de Milena Busquets (2015)


"En cualquier momento, pienso, mientras observo por el retrovisor a los niños que ríen y pelean a la vez,voy a ser desenmascarada y enviada con ellos al asiento de atrás. Soy un fraude de adulto, todos mis esfuerzos por salir del patio de recreo son estrepitosos fracasos, siento exactamente como sentía con seis años. [...] Entregaría sin dudarlo mi patética corona de adulto de cartón piedra, que llevo con tan poca gracia, y que cada dos por tres se me cae al suelo y se escapa rodando calle abajo, por volver al asiento de atrás del coche de mi madre, apretujada entre mi hermano Bruno, Marisa, la canguro, Elenita, su hija, que siempre venía de vacaciones con nosotros." 

"Cuando el mundo empieza a despoblarse de la gente que nos quiere,nos convertimos, poco a poco, al ritmo de las muertes, en desconocidos. Mi lugar en el mundo estaba en tu mirada y me parecía tan incontestable y perpetuo que nunca me molesté en averiguar cuál era. No está mal, he conseguido ser una niña hasta los cuarenta años, dos hijos, dos matrimonios, varias relaciones, varios pisos, varios trabajos,esperemos que sepa hacer la transición a adulto y que no me convierta directamente en una anciana. No me gusta ser huérfana, no estoy hecha para la tristeza." 

"Otra prueba del triunfo inapelable de la lucha por la igualdad de género, que ha servido, sobretodo, para que ellos se parezcan cada vez más a nosotras y no al revés. Ahora también son los hombres los que no se separan para no perder estatus, pienso con cierta melancolía."

"Hay hombres que no tienen radar sexual, o que apenas lo usan, sólo cuando lo necesitan, y luego lo apagan. Y hay otros que lo tienen encendido permanentemente, incluso cuando duermen, en la cola del supermercado, delante de una pantalla de ordenador, en la sala de espera del dentista, dando vueltas enloquecido, emitiendo y recibiendo hondas. La civilización subsiste gracias a los primeros, el mundo gracias a los segundos." 

"Tengo un aullido en mi interior, normalmente, durante el día, me deja tranquila, pero por la noche, cuando me tumbo en la cama e intento dormir, él se despierta y empieza a merodear como un gato furioso, me araña el pecho, me crispa la mandíbula, me golpea las sienes. Para calmarlo, a veces abro la boca y finjo gritar en silencio, pero no logro engañarlo,sigue ahí, enloquecido, intentando romperme. El amanecer, los niños, el pudor y los quehaceres cotidianos lo enmudecen y amansan durante unas horas, pero luego, al caer la noche y quedarme sola, llega puntualmente a nuestra cita. Cierro los ojos con fuerza. Los abro. Aquí está de nuevo."

"Durante mi infancia, los apartamentos se convirtieron en una especie de comuna hippie, ocupados por personajes variopintos de todo el mundo, y recuerdo irme a dormir, cada noche, escuchando la música, las risas y los gritos de aquel grupo de hermosos náufragos estivales, que una vez acabado el verano, regresaban a Holanda, a Estados Unidos o a Alemania y que a mí me parecían lo más fascinante y exótico del mundo. Yo me hice mayor,los hippies se hicieron viejos y los apartamentos se llenaron de la gente moderna, respetable y rica de los años noventa. Pero los que tuvimos la suerte de poder vislumbrar por el agujero de la cerradura de nuestra infancia los últimos coletazos del espíritu de los años sesenta, la libertad sexual, la libertad a secas, las ganas de divertirse, el poder para los jóvenes, el atrevimiento, no salimos indemnes. Todos tenemos paraísos perdidos en los que nunca hemos estado." 

"Recuerdo las discusiones infinitas sobre si era necesario o no comprarle otro par de deportivas a Nico, sobre mi tendencia al despilfarro –con mi propio dinero, jamás con el suyo–, sobre los niños que no se pueden levantar de la mesa hasta que se lo hayan comido todo, que no pueden ver más de una hora de televisión al día, que no pueden dormir en la cama de los padres, que ya tienen demasiados juguetes. Y la señora de hacer faenas que no roba pero que es una perezosa y a la que siempre pagaba con algunos días de retraso, como para hacerle notar que no estábamos del todo contentos con su rendimiento. Y el restaurante encantador pero podríamos haber comido lo mismo en casa. Y el día que nevó en Barcelona y que tuvimos que ir a rescatar a los niños, andando hasta la otra punta de la ciudad, que yo viví como una aventura mágica –la heroína de cuento con sus botas empapadas luchando contra los elementos para ir a salvar a sus retoños, que no habían podido regresar a casa con la canguro porque el metro había dejado de funcionar y no había ni un solo taxi, en medio de un caos algodonoso y festivo, las luces de los coches como luces de Navidad, iluminando los pequeños copos helados que se me enredaban en las pestañas y se adherían a los labios– y él como un incordio insoportable.Los andamios razonables, realistas e irrenunciables de la vida de Óscar que para mí son como las rejas de una cárcel. Y mi oleaje incesante que para él es sinónimo de trivialidad,exceso de confianza y dejadez" 

"Esa idea infantil que tienes de un nuevo tipo de sociedad,que en teoría nuestra generación está construyendo sin que nadie se dé cuenta, donde todo el mundo se entienda y bese a quien quiera cuando le apetezca y entra y salga de las relaciones como quien entra y sale de su casa y tenga hijos por aquí y por allá,sólo funciona cuando los demás te importan una mierda." 

"Somos, creo, la última generación que tuvo que ganarse, a pulso, el interés o la atención de sus padres. En muchos casos, lo conseguimos cuando ya era demasiado tarde. No consideraban que los niños fuesen una maravilla, sino un engorro, unos pesados a medio hacer. Y nos convertimos en una generación perdida de seductores natos. Tuvimos que inventar métodos mucho más sofisticados que simplemente tirar de la manga o echarnos a llorar para que nos hiciesen caso. Se nos exigía el mismo nivel que a los adultos, o al menos que no molestásemos y dejásemos hablar a los mayores. La primera vez que te enseñé una redacción escrita por mí, que había ganado un premio en el colegio –debía detener unos ocho años–, me dijiste que no te enseñase nada más hasta que tuviese mil páginas escritas, que menos que eso no era una tentativa seria. Las buenas notas eran recibidas como una obviedad, las malas, con cierto fastidio, pero sin grandes broncas ni castigos. Ahora tengo la casa forrada con los dibujos de mi hijo pequeño y escucho al mayor tocar el piano con la misma reverencia que si fuese Bach resucitado. A veces me pregunto qué ocurrirá cuando esta nueva generación de niños cuyas madres consideran la maternidad una religión –mujeres que dan de mamar a sus hijos hasta que tienen cinco años y entonces alternan el pecho con los espaguetis, mujeres cuyo único interés y preocupación y razón de ser son los niños, que educan a sus hijos como si fuesen a reinar sobre un imperio, que inundan las redes sociales de fotos de sus retoños, no sólo de cumpleaños o viajes sino de sus hijos en el váter o sentados en un orinal (no hay amor más impúdico que el amor maternal contemporáneo) crezcan y se conviertan en seres humanos tan deficientes, contradictorios e infelices como nosotros, tal vez más incluso, no creo que nadie pueda salir indemne de que le fotografíen cagando." 

"También me regalaste la risa loca, la alegría de vivir, la entrega absoluta [...]. La conciencia fulgurante de la felicidad en esos instantes en los que uno la tiene en la mano y antes de que eche a volar de nuevo. Recuerdo habernos mirado en algún momento, a través de una mesa llena de gente, o paseando por una ciudad desconocida, o en medio del mar, y haber sentido las dos que caía polvo de hadas sobre nuestras cabezas y que tal vez no nos pondríamos a volar allí mismo como aseguraba Peter Pan pero casi. Y me sonreías desde lejos y yo sabía que tú sabías que las dos sabíamos, y que en secreto agradecíamos a los dioses aquel regalo insensato, aquel chapuzón perfecto en alta mar,aquel atardecer rosa, aquellas risas después de una botella de grapa, las payasadas para que las personas que ya nos querían muchísimo, nos quisieran todavía un poquito más."







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